La Fundación
La Fundación Don Bosco Mérida, es una Asociación Civil sin fines de lucro, registrada en la oficina subalterna de Registro del Estado Mérida en el año 1981.
Su objetivo principal es el desarrollo de una acción educativa y pastoral de solidaridad y prevención a favor de niños y adolescentes viviendo en situaciones de extrema dificultad debido a su exclusión social. Ofrece casa, alimentación, esparcimiento, educación integral humana y cristiana y formación para el trabajo con la finalidad de lograr la gradual inserción del niño tanto en su familia como en la sociedad.
Misión
Brindar a niños y adolescentes en situación de riesgo y/o exclusión social un hogar en el que se cubren sus necesidades de alimentación, vestuario, educación, atención médica, educación y formación para el trabajo, dentro de un ambiente cristiano guiado por las premisas Salesianas instauradas por San Juan Bosco.
Visión
Contribuir a la inserción social de niños en situación de riesgo atendiendo necesidades fundamentales para su desarrollo, que propicien la adquisición de herramientas para la vida independiente, reconstrucción familiar y crecimiento personal y espiritual.
Historia
Y así, un buen día, sin saber cómo ni con qué, alquilamos una casa.
Era una casa muy angosta, pintada de un brillante color verde en la que una hilera de habitaciones, alineadas en un pasillo largo con piso de cemento pulido, daba a un comedor-cocina que no disfrutaba de la mejor luz. En la mitad de ese pasillo se alzaba una empinada escalera que conducía a otro piso de habitaciones que resolvían las necesidades de una casa que alguien había improvisado en alguna época y, un poco más arriba, otra escalera llevaba a una amplia y luminosa azotea, el espacio favorito de quienes hacían vida en los pisos inferiores.
Del grupo que nos arriesgamos a mantener en pie ese sueño, Emilia era la única mayor de edad, por lo que fue la primera que firmó documentos legales y, además, el contrato de alquiler de esa casa, ubicada en la calle 16 entre av. 1 y 2 en el centro de Mérida.
Gracias a nuestro trabajo previo en el “Oratorio de María Auxiliadora” del Colegio Inmaculada, ya teníamos ubicados los primeros niños que llevaríamos a vivir a la casa y estábamos clarísimas en cómo sería el trabajo que desarrollaríamos. Éramos jóvenes e inexpertas; pero, sabíamos el camino que queríamos tomar.
De modo que, nos llevamos a vivir unos niñitos y llamamos a las señoras conocidas, amigas de nuestras mamás y representantes caritativas del Colegio, les planteamos nuestro deseo de formar una comunidad y ellas, dándonos su confianza y ayuda sin pedir explicación, apoyaron este deseo. Siempre hemos pensado que la mano de Dios estuvo presente: nuestra ciudad se volcó a ayudarnos y gracias a eso, conseguimos el dinero para alquilar el inmueble, lencería, comida, sillas, camas, “peroles” y en un abrir y cerrar de ojos, un 8 de diciembre de 1981 nació la Fundación Don Bosco. 7 muchachas: Emilia, Mayra, Zully, Cuya, Alba, Mayela, Yaneth y 7 niños Manuel, Enrique, Luis, Leonel, William, Nixon, Oswaldo era el capital de una empresa que podría ser superior a nuestro alcance y edad, aunque se le quedaba corta a nuestros deseos y capacidad de lucha.
La casa, montada con precariedades de esas que únicamente resuelve la juventud, estaba empezando a dar cobijo (nunca tan literalmente) a un pequeño grupo de niños cuyos hogares sobrepasaban cualquier definición conocida de disfuncionalidad. La tarea diaria nos demostró, no obstante, que la convivencia era agradable y que nosotras vivíamos con orgullo nuestro debut en actividades de adultos: hacer mercado, pagar recibos, buscar citas médicas, levantarse temprano, hacer comida, lavar ropa, representar niños en las escuelas, firmar contratos de arrendamientos, abrir cuenta en el banco, registrar la Fundación, en fin, los deberes y obligaciones propios de esta empresa y de un hogar grande, que compartíamos entre todas hasta en el dinero que ganábamos en nuestros trabajos pues, normalmente, este iba a parar a un pote común que sufragaba las necesidades de las que aun no trabajaban.
Para ayudarnos a conseguir dinero hacíamos cualquier cosa: preparábamos dulces, cantábamos misas, madrugábamos para vender en el mercado “Jacinto Plaza” objetos a consignación y alguna que otra manualidad y poco a poco nos hacíamos conocer en la comunidad generosa de Mérida.
Alba y Zully, por ejemplo, eran las responsables de la compra del mercado semanal, para el que necesitábamos alrededor de 80 bolívares de entonces, que rendían un poco más, porque gozábamos de popularidad en algunos puestos ya que conocían nuestra labor; los vendedores nos regalaban ñapas, y el abasto de los señores Molina (Abundio y Félix) salía en ayuda con frecuencia: nos hacían las mejores rebajas para que lográramos llevar lo suficiente. Al terminar el recorrido Juan (Molina también) se ofrecía amablemente a llevarnos a la casa con las compras.
Durante el camino andado en nuestra adolescencia fuimos recogiendo semillas que luego decidimos regar por la senda, para que un día con buen abono y lluvia generosa diera sus frutos. En ese camino hubo quienes nos acompañaron solo por algún tiempo, para después dedicarse con el mismo esmero a sus trabajos y hogares: Albita se casó, Mayela siguió sus estudios, Yaneth se dedicó a su familia y Cuya se fue a Caracas para seguir con su carrera de medicina. Así mismo hubo quienes se sumaron a nuestra obra: Natty, por ejemplo, hermana de Mayela, quien decidió acompañarnos ofreciendo sus manos y su corazón para el trabajo en la casa hogar.
De ese modo quedó conformado el grupo fundador, la gente nos llamaba las 4 muchachas: Mayra, Emilia, Natty y Zully. Es gracioso, pues, aunque nuestros cabellos delatan el paso de los años, aún para nuestros allegados y amigos seguimos siendo “las muchachas”. Sin embargo, si La fundación ha crecido se debe al trabajo diario de un numeroso grupo de personas que a lo largo de estos largos años de labor se ha identificado con el proyecto y ha ido supliendo las necesidades de liderazgo y conducción que la casa necesita. Nombrarlos es una tarea casi imposible que el buen juicio desaconseja; pero, no podemos más que hacer un reconocimiento agradecido a su labor. Ellos dejaron sus huellas en la fundación, la convirtieron en lo que es hoy y lo hicieron en una carrera llena de aciertos que agradecemos profundamente